La Ermita de Santa Marina aparece documentada en el Siglo XVII, junto a un antiguo hospital del mismo nombre organizado como establecimiento benéfico. Este centro asistencial, también conocido con el nombre de “Jesús, María y José”, se caracterizaba por la falta de recursos con los que subsistir, estando a expensas de las donaciones y limosnas recibidas, en su mayoría de enfermos que eran asistidos, en ocasiones de largas enfermedades.
La fecha exacta de la construcción de la Ermita se desconoce, si bien ya en el siglo XVI la Cofradía de la Vera Cruz se encargaba de su conservación y mantenimiento, celebrando en dicho Templo sus diversos Actos de Culto. Así tenemos como en sus cuentas de 1595, se reflejan unos gastos extraordinarios con el objeto de llevar a cabo una urgente reconstrucción por su estado de ruina.
El uso compartido de la Ermita entre la Cofradía de la Vera Cruz y el Hospital lo deja bien claro el Testamento de su Administrador, el presbítero José de Alarcón, en 1694, en el que refiriéndose a los cuadros y ornamentos del Hospital refleja que “todos estos bienes que aquí e declarado son yndependientes de los que tiene la cofradía de la santa uera Cruz porque los que le pertenezen consta de su ynuentario”.
La revitalización del Hospital de Santa Marina se produjo a principios del Siglo XVIII.
D. Francisco Dionisio y D. Blas Luis de Marichica y Colodrero, hermanos y presbíteros baenenses, intentaron en 1705 fundar un Convento, habiendo sugerido varios vecinos hacerlo bien de monjas Carmelitas descalzas, por algunas baenenses que profesaban dicha devoción, bien de la Compañía de Jesús, arropado por la necesidad de una extensión del saber y enseñanza, o bien de Jesús Nazareno, en el que se cuidarían las enfermedades de los vecinos de la Villa y transeúntes, optando por este último tras consejo del Obispo y dos personas doctas y prestigiosas en aquel momento, un Dominico y un Inquisidor.
Ambos hermanos propusieron para su establecimiento el sitio y Ermita de Santa Marina. El Obispo apoyó tal proyecto desde el principio “… habiendose discurrido por sitio mas sano y acomodado para la fabrica y fundacion de dicho hospital el sitio y ermita de Santa Marina que esta en el Almedina de esta dicha villa, …., fue servido su Eminencia concederme la dicha ermita y sitio con todos sus bienes muebles y pertenencias …”.
El Duque de Sessa además concedió un pedazo público de suelo contiguo a dicha Ermita, denominado popularmente el “Mirador”, “... cuyo sitio respecto de ser bienes publicos concedio asi mismo el consejo justicia y regimiento de esta villa por lo que asi tocaba…”.
La carta del Duque como Señor y dueño de la Villa, firmada en Madrid el 26 de junio de 1705, dejaba resuelto que el Hospital tuviera una puerta de acceso para la Ermita “tomando para ellas y sus oficinas precisas y convenientes todo el sitio que arbitrasen por necesario los maestros albañires que corrieren con la fabrica y para que puedan ejecutar con inmediación a la referida ermita y dejar las puertas y disposición necesarias para que pueda servir para oír misa los pobres y enfermos y recibir en ella con la mayor comodidad el pacto espiritual y administración de sacramentos que nezesitasen …”.
Por su parte, el Obispo de Córdoba, el Cardenal Salazar, ratificó dicha concesión mediante oficio el 12 de septiembre, “… le hemos concedido la ermita y sitio de Santa Marina de dicha villa en que hasta ahora sea practicado alguna suerte de hospitalidad con todos sus muebles y pertenencias …”.
Finalmente, la licencia del Cabildo de la Villa llegó el 24 de septiembre, tras oficio de petición del Sr. Francisco de Marichica al mismo por el que comunicaba “… para cuyo efecto el Eminentisimo Señor Cardenal Salazar, obispo de Córdoba mi señor, me ha concedido su licencia y tambien la dicha iglesia y ermita, con todos los bienes muebles pertenecientes al principio del hospital que en ella habia…”.
Comenzaron las obras en el año 1705, y el 14 de marzo de 1711 se procedió, tras varias gestiones, a adquirir unas casas semihundidas y contiguas al Mirador, propiedad del Regidor D. Gonzalo de Gamboa, reacio al principio y de lo que fue convencido tras varias y complejas gestiones. Era Administrador del Hospital Lucas Trujillo.
El 21 de marzo se procedió a firmar la escritura de construcción por la que quedaban casi finalizadas las obras, mientras que el acta de fundación del Hospital quedaba rubricada al mes siguiente, el 18 de abril.
La autenticidad de dicha acta fundacional lo corroboraron las autoridades religiosas pertinentes: el Obispo, los fundadores, el Administrador del Hospital y el Notario.
Lo más destacable en dicha acta es que se reafirma el uso común de la Ermita por el Hospital y la Cofradía “Item que los bienes y alhajas que hay en la ermita de Santa Marina propias del dicho hospital se separen de las que pertenecen a la Cofradía de la Vera Cruz sita en ella ….”.
Por otra parte, se da licencia para abrir dos puertas para la Ermita, la principal y otra secundaria, reconociendo su uso público por los vecinos y, por tanto, perteneciente a la Diócesis cordobesa como centro eclesial “Item se ha de conceder licencia para poner sagrario en la dicha iglesia de Santa Marina por ser iglesia publica con dos puertas distintas que salen a dos calles, en la cual han de asistir y hacer sus ejercicios los hermanos de dicho Hospital”.
La adquisición de la Imagen de Jesús Nazareno que aún se conserva por la Cofradía se llevó a cabo para el Hospital y a la conclusión de la hechura del oratorio, sobre 1710, como bien consta en el oficio enviado al Obispo D. Juan de Bonilla en 1711, siendo bendecida poco después “… y hecho en ella oratorio y puesto en el una imagen y hechura de talla de Jesús Nazareno para los ejercicios de las madres y que los hermanos tengan los suyos en la dicha Iglesia de Santa Marina ….. pidiendo a su ilustrisima se sirviese aprobar la dicha fundacion y obra y dar su licencia para perfecionarla y para bendecir el oratorio hecho para los ejercicios de las madres y la dicha hechura de Jesús Nazareno que se ha de colocar en el altar de dicho oratorio”.
El mal estado de la Ermita y su vinculación a la Cofradía se hizo patente en 1747, cuando el Hermano Mayor, aquejado por los escasos ingresos de limosnas, solicitó al Obispo redimir un censo, cuyo beneficio iría destinado a las obras de reparación, sobretodo de la Capilla Mayor, la más afectada. Este hecho nos demuestra que, aunque el Hospital hacía uso del Sagrario y Altar por parte de los hermanos residentes, era la Cofradía de la Vera Cruz la que poseía la verdadera posesión de la Ermita, debiéndose hacer cargo de su conservación.
El Catastro de Ensenada nos describe los tres hospitales existentes en Baena en 1753. Un Hospital de San Juan, situado en el barrio del mismo nombre, dedicado a las unciones. Un Hospital de la Caridad, o de la Estrella, situado en este barrio, y que servía como hospicio para pobres transeúntes, donde tan sólo se les ofrecía la cama. Y el Hospital de Jesús Nazareno, ocupado por 1 Capellán, 8 hermanos que pedían limosnas y 27 hermanas que se encargaban de la curación y el aseo de los enfermos. Este último seguía dedicado íntegramente a la curación de enfermos pobres, cuya manutención salía de las rentas de sus posesiones y las limosnas que se recibían.
A pesar de la voluntad de los donantes en cuya acta fundacional de 1711 declaraban que ninguna de sus posesiones podía ser vendida, partida, dividida, trocada, ni sobre ella imponer censo, tributo o servidumbre, la desamortización le privó ilegal e injustamente de sus bienes, siendo el principio de su declive.
Por su parte, existían en Baena dieciocho Ermitas repartidas por todo el término municipal, algunas de ellas en ruina. La no constancia de la Ermita de Santa Marina es indicativa de que ésta había quedado adherida al Hospital desde su construcción.
A mitad del Siglo SVIII, el Obispo de Córdoba realizó una visita a Baena, en la cual pudo comprobar “in situ” el lamentable estado en el que se encontraba la Ermita de Santa Marina, corroborado por los propios alarifes públicos, que achacaban su pésima conservación a las grietas de los tejados; estos amenazaban su hundimiento con abundantes goteras, habiendo optado por trasladar el Sagrario tras la inundación del año anterior, a pesar de haber reparado el tejado de la Capilla Mayor.
Su conservación había sido descuidada desde hace años por la Cofradía de la Vera Cruz, sobre todo por falta de recursos. Tan sólo varios caballeros de la Villa habían estado costeando su mantenimiento, e incluso habían intentado en los últimos años organizar una fiesta de moros y cristianos, cuyo principal promotor había sido D. Bernardo Gutiérrez, Clérigo Capellán.
Por ello, y dado que la Ermita era utilizada también por los hermanos y hermanas, así como por los enfermos del Hospital adjunto, el Rector y Administrador del Hospital de Jesús Nazareno, Francisco Antonio Escudero, elevó el 8 de agosto de 1758 un memorial al Obispo de la Diócesis en el cual exponía la necesidad de llevar a cabo unas urgentes obras en algunas dependencias de la Ermita, además de la necesidad de contar el Hospital con un oratorio anexo, donde poder celebrar Misa.
El Obispo envió un Decreto el día 16 a los dirigentes de la Cofradía por el que les instaba a ejecutar las mencionadas obras, además de realizar la correspondiente acta de sesión.
Finalmente, la autoridad del Obispo se hizo patente en el Decreto que puso fin a la “autoridad” de la Cofradía de la Vera Cruz sobre su Ermita “mandamos que bajo de las reservas que en ella hacen, así desta referida Iglesia como de la Sacristía y el cuarto alto que tiene encima cuiden el Capellan y Hermanos de dcho. Hospital de la referida Igª…. como suia propia …”, “solicitando antes por dcho Capellan y Hermanos que con ellos otorgue los susodichos el correspondiente instrumento de cesión…”.
El hecho de contar con escasos cofrades y no existir rentas ni limosnas con los que costear las obras, obligaron a la Cofradía a tener que tomar una decisión no deseada por el bien del Templo, la cual fue ejecutada por los principales cargos de la misma: el Párroco Francisco Javier de Valenzuela, Hermano Mayor, el párroco Bernabé Gutiérrez de Terminón, Alférez, Francisco Marín y Mesa, Mayordomo, y Diego Serrano, Albacea. De esta manera la Cofradía se deshacía de una carga económica que no podía seguir manteniendo.
“… por esta cofradía se zedía toda la azción y derecho que tenía a dicha iglesia a el dicho Hospital, su Rector y Hermanos de él con el aditamento y reserba de aver de usar de ella para sus funziones como asimismo de la sacristía y el quarto alto que tiene enzima para sus Juntas y Cabildos y demás que necesitase esta cofradía como hasta de presente lo a ejecutado y con el cargo asimismo que los Hermanos y Hermanas de dicho Hospital an de cuidar del aseo y limpieza de la ropa de las Sagradas Ymágenes que esta cofradía tiene en dicha yglesia y Hospital como siempre se an hecho sin bariazión de cosa alguna…”.
Sin lugar a dudas, el hecho de que los principales cargos de la Cofradía eran ocupados por sacerdotes y la estrecha vinculación de la Cofradía con la Orden sirvieron para llegar a un acuerdo de cesión definitiva.
Aunque el Obispo reconoció el derecho de los hermanos del Hospital sobre todo el Templo, se llegó un acuerdo entre ambas Comunidades y la cesión se llevó a cabo con acierto y de forma meticulosa, con la reserva de poder celebrar en dicha Ermita todos los actos protocolarios que la Cofradía celebrara, el uso de la Sacristía y los cuartos que necesitasen encima del mismo para sus funciones y Cabildos, “zedemos todo el derecho y aczión, propiedad y señorío, título, voz y recurso que auíamos y teníamos a la dicha yglesia sin dejar en nosotros cosa alguna con los aditamentos espresados de aber de usar de ella su sachristía y quarto alto que tiene enzima y demás que necesitemos para nuestras funziones, juntas y cauildos como hasta de presente emos estado usando sin contradizión de persona alguna …”. Por su parte, el Hospital pasaría a hacerse cargo de costear las obras que el Templo requiriese.
Hay que recordar que estaba estipulado de antaño la obligación de los hermanos y hermanas del Hospital al aseo y limpieza de las ropas de las Imágenes que se veneraban en la Iglesia y en el propio Hospital durante todo el año, al igual que con los enfermos, “… el aseo, labado y limpieza de la ropa de las Sagradas Ymágenes que se hallan en la dicha yglesia y Hospital que son de esta cofradía…”.
Los hermanos que fueron los testigos de tal cesión y tomaron posesión y propiedad de la Ermita, con todas las obligaciones interpuestas, fueron: Francisco Antonio Escudero, Rector, Carlos de la Asunción, Presidente, Francisco de San José, tornero, Carlos de la Concepción, enfermero, y Juan de la Pasión, portero “… siendo asimismo de cargo de nos y de las Hermanas que ai y ubiese en él de cuidar de la ropa, labándola y aseándola, que tiene y pueden tener en adelante las Sagradas Ymágenes…”, confirmado debidamente por el propio Obispo en los anteriores Decretos.
La escritura de cesión se firmó en Baena, el 25 de octubre de 1758, corroborándolo como testigos los vecinos Francisco Bernardino Sánchez, José Bujalance y Antonio Carrasquilla, ante el escribano Luis Muñiz Espinosa.
La expulsión de las Ordenes religiosas en 1835, expuso al Hospital a su próxima desaparición. Debido a ello, el Ayuntamiento tuvo que asumir su mantenimiento mediante la formación de una Junta Patronato formada por el Alcalde, como Presidente, el Arcipreste de Baena y un miembro del Consistorio, al no existir patrono de sangre o familiar de los fundadores.
Finalmente, en 1874 se reorganizó el Hospital bajo la tutela de la Congregación de las Hijas de la Caridad. Cinco hermanas que se encargarían de la asistencia sanitaria, salvo “las Salas destinadas para el venéreo, por prohibírselo sus reglas”, no cuidando tampoco cuidarían por sí solas de las parturientas.
En 1906 una nueva necesidad surge por los barrios de la Almedina. La falta de asistencia de los niños de aquella barriada sirvieron de aliciente para que Sor Manuela Maceiras, a expensas de su generosidad, fundara una nueva escuela baenense de primaria, formada por un aula mixta de 250 niños y otra de niñas con 80 alumnas.
La falta de medios propicia que la atención dispensada por el Hospital vaya decayendo hasta que en 1977 el Hospital queda tan sólo como un Servicio de Maternidad con cargo a la Seguridad Social, colaborando las monjas hasta 1981, fecha en la que se dedicaron exclusivamente a la Enseñanza.
Desgraciadamente, desde la desamortización radica el problema que se ha ido heredando a lo largo de las décadas, como ocurriera en otros lugares de España. La no claridad del proceso trajo consigo que la Ermita no quedara como Templo de culto y propiedad de la Iglesia. Si bien la Cofradía seguiría manteniendo en la misma sus Actos de Culto, así como el uso de los salones superiores y Sacristía para sus Cabildos y guardar los enseres (su dueña por derecho), el Ayuntamiento no tendría en cuenta que ésta era propiedad de la Cofradía a la falta de una Orden que se encargara del Hospital y, por tanto, del Obispado.
No haber tenido en cuenta este hecho a la formación del Patronato ha traído consigo la situación actual en la que nos encontramos, incrementada por la pasividad de la Institución Eclesial, que no se ha preocupado de realizar un adecuado inventario de sus Templos, como ha ocurrido en Baena.
Lo justo e ideal sería que la Ermita de Santa Marina pasase a ser propiedad de la Cofradía de la Vera Cruz. Pero ello trae consigo una serie de responsabilidades y costes para los que las Cofradías de Baena no están preparadas, pues su mantenimiento y la apertura de la misma para las Misas, Bodas u otras celebraciones tendría que ser efectuada por sus cofrades, lo cual conlleva a un considerable esfuerzo, tanto económico, como humano.
Quizás, la mejor solución pasaría por ser una Iglesia adjunta a la de Santa María la Mayor, para seguir celebrando los diversos actos litúrgicos. Importante es, además, que quedaran las puertas de acceso a la Ermita cerradas permanentemente, evitando así males mayores al estar comunicadas con el antiguo Hospital y con la Escuela de la Milagrosa.
Sin embargo, a la Cofradía de la Vera Cruz le corresponde el derecho de usar la misma para sus Actos de Culto como desde antaño ha realizado, su Sacristía para guardar alhajas, vestimenta de Imágenes, u otros enseres cofradieros, así como uno y varios salones de arriba para sus Cabildos u otros actos.
El futuro de la Ermita de Santa Marina queda en manos de esta Cofradía, el Obispado y el Ayuntamiento de Baena, las tres instituciones implicadas en su mantenimiento en los más de cuatro siglos de su existencia.
Fuentes:
Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Protocolos de Baena:
· Protocolo de Luis Muñiz Espinosa, 1758. Legajo 498-P. folios 188-192.
· Tomás Antonio de Castilla. 1694. Leg. 333, folios: 18-v; 33-34.
· José Esteban de Arrabal. 1747. Leg. 407, f. 13-v.
· Catastro de Ensenada. 1753. Interrogatorio. Libro 370.
Archivo Histórico Municipal de Baena
· Contrata de fundación del Hospital por las Hermanas de la Caridad. 28 de enero de 1874. Leg. 503.
“Baena, testimonio de su Historia”. Rafael Ruíz Arjona, 1986.
· Escritura fundación del Hospital, 1711. Apéndice nº 2. Pg. 596.
· Ministerio de Sanidad y Consumo. Sección Obras Pías.
· Contrata de fundación del Hospital por las Hijas de la Caridad. Apéndice nº 7. Pg. 647.
“Historia de la Semana Santa de Baena durante los Siglos SVI al XX”. Juan Aranda Doncel, 1995. Pgs.: 59, 117, 173.
Antonio Mesa Priego